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"Nuestra historia no comienza en una oficina ni con un plan trazado en papel: nace en el caos, en el grito de las calles y en la chispa de la resistencia global. Somos La Primera Línea Ambiental , una fuerza institucional que se forjó en el fuego de las protestas de Hong Kong y Chile, entre 2019 y 2020, cuando el mundo vio a millas levantarse contra la opresión. En Hong Kong, las barricadas desafiaban la represión policial bajo cielos nublados de gas lacrimógeno; en Chile, las plazas se llenaban de pancartas y cuerpos que no cedían ante la brutalidad. Allí, entre el polvo y el coraje, un grupo de nosotros comenzó a tejer una idea: si la gente podía unirse contra la injusticia humana, ¿por qué no hacerlo también contra la injusticia que sangra en la tierra misma?
Esa semilla cruzó océanos y aterrizó en Colombia, un país donde la riqueza natural —sus selvas, ríos y montañas— convive con la constante amenaza de su aniquilación. Nos miramos a los ojos y dijimos: aquí también hay un enemigo. No solo las motosierras y los megaproyectos, sino un sistema que, con la complicidad de entidades gubernamentales, convierte el patrimonio vivo de nuestra casa común en cenizas con fines de lucro. Decidimos que alguien debía estar en la primera línea, alguien debía enfrentar al monstruo que devora el derecho humano a un ambiente sano. Así nacimos, con la furia de quienes no aceptan el silencio como respuesta.
El punto de quietud llegó con la pandemia del COVID-19. Mientras el mundo se encerraba en el temor y la incertidumbre, nosotros vimos cómo el abandono abriría las puertas al abuso. En 2020 y 2021, bajo el pretexto de la crisis, proyectos mineros, deforestadores y extractivos avanzaron sin freno sobre ecosistemas frágiles: los bosques caían, los ríos se envenenaban y las comunidades quedaban a merced de la avaricia, sin voz ni poder para detenerlo. Pero no fue solo la pandemia la que marcó nuestro camino. En el estallido social de Colombia, en 2021, estuvimos allí, en las calles, con el pueblo. Tuvimos participación e ingerencia directa, aportando una medida cautelar que frenó un proyecto de gran envergadura: la adecuación de la Avenida 68 en Bogotá. Esta obra, columna vertebral que sostiene otros proyectos como la Primera Línea del Metro de Bogotá y demás Planes de Ordenamiento Territorial, representa para nosotros una amenaza directa a los derechos ambientales de los bogotanos y colombianos. No podíamos permitir que el concreto ahogara el poco verde que queda, ni que el progreso se construyera sobre la destrucción de nuestra casa común.
A estos frentes se sumaron batallas cruciales. Impulsamos la primera acción constitucional contra el piloto de fracking en Colombia, el 'Proyecto Kalé' en el municipio de Puerto Wilches, Santander, un experimento que arriesgaba el agua, el suelo y la vida de las comunidades del Magdalena Medio en nombre de la extracción fósil. También nos enfrentamos a la megaminería a cielo abierto de El Cerrejón, operada por la multinacional suiza Glencore, que desvió y secó el Arroyo Bruno en La Guajira, dejando a las comunidades wayúu y la biodiversidad del desierto sin su salvavidas. Estas luchas no fueron solo victorias legales: fueron gritos de resistencia contra un modelo que sacrifica la tierra por el beneficio de unos pocos.
Nuestra lucha no se detuvo en las obras. Demandamos constitucionalmente por medio de la Acción Popular el uso indiscriminado de gases lacrimógenos, elementos explosivos y acústicos por parte de la Policía Nacional de Colombia para reprimir la protesta social. Ese aire envenenado, esos estallidos que desgarran el cuerpo y el alma, no solo voces silencian: también hieren la tierra ya quienes la habitamos. Con estas acciones, dejamos claro que nuestra resistencia no conoce límites, que no hay represión capaz de apagar nuestra voluntad. Este compromiso nos ha valido un reconocimiento social que resuena entre quienes sueñan con un país diferente. Pero no ha sido sin costo: somos blanco de graves amenazas, de voces oscuras que buscan llamarnos con intimidación. Sin embargo, cada amenaza es un recordatorio de que nuestro trabajo importa, de que tocamos fibras que el poder teme.
Hemos sido críticos implacables de las graves fallas del sistema judicial colombiano. Creemos firmemente que existe una posibilidad de redirigir la justicia hacia un camino más adecuado y, sobre todo, justo. Tenemos plena conciencia de que Colombia arrastra un retraso significativo en materia de justicia ambiental, comenzando por las entidades que deben investigar, como la Fiscalía General de la Nación, que con frecuencia se muestra indiferente o ineficaz ante los crímenes contra la naturaleza. Esta convicción nos impulsa a no solo señalar las grietas, sino a trabajar por una justicia que responda al clamor de la tierra y de su gente.
Desde entonces, nuestro modo de actuar se ha construido sobre cuatro pilares inquebrantables. Primero, la investigación : desentrañamos las redes de poder, los nombres y las cifras detrás de cada acto de destrucción, porque el enemigo no se combate en la oscuridad, sino con la verdad como arma. Segundo, la defensa jurídica : llevamos la lucha a los tribunales, usando la ley para proteger lo que debería ser intocable —los derechos humanos y ambientales— y para recordarles a los poderosos que no están por encima de la justicia. Tercero, el trabajo con las comunidades : caminamos junto a quienes viven en la tierra que defendemos, escuchamos sus historias, fortalecemos sus voces y construimos resistencia desde las raíces, porque sin ellos no hay lucha que valga. Y cuarto, el desarrollo de estrategias : diseñamos planes audaces para frenar el impacto de quienes saquean la naturaleza, enfrentando con inteligencia y coraje a aquellos que, amparados por instituciones corruptas, convierten la biodiversidad colombiana en un botón de guerra.
Nos mantenemos alejados de la política por el momento, porque las banderas partidistas no nos definen ni nos atan. Nuestra independencia es nuestra fuerza, un escudo que nos permite avanzar sin compromisos, rompiendo barreras y paradigmas sociales que han normalizado la destrucción. No somos una pieza más en el juego de poder: somos una voz libre que desafía lo establecido, que cuestiona lo que otros aceptan y que derriba muros con la sola convicción de que la tierra merece vivir. No somos una organización tibia ni de medias tintas. Somos radicales porque el tiempo de las súplicas pasó. No negociamos con la codicia que tala bosques ni con la indiferencia que deja morir ríos. Somos la trinchera donde se defiende el aire que respiramos, el agua que nos da vida y la dignidad de una tierra que no merece ser traicionada. Cada paso que damos es un desafío al sistema que nos falló, un recordatorio de que un mundo vivo no es un lujo, sino un sagrado mandato. En La Primera Línea Ambiental , la lucha no termina: es nuestra historia, nuestro presente y el futuro que exigimos con las manos en alto y el corazón en llamas."
Primera Línea Ambiental


Titulo
Donde los mundos chocan
Autor: Ericsson Mena
Fecha: 1 de marzo de 2025
Reseña:
"Equilibrio roto" es una exploración visual de la tensión entre dos fuerzas aparentemente irreconciliables: la naturaleza y la industria. La imagen surgió de una profunda preocupación por el impacto del progreso humano en nuestro planeta. Quería capturar la esencia de esta lucha, la sensación de que estamos al borde de un precipicio, donde el equilibrio delicado que sostiene la vida está peligrosamente comprometido.
A la izquierda, vemos la imponente figura de un guardián de hierro, un símbolo de la industria y la tecnología. Su presencia es amenazante, con humo oscuro que se eleva hacia el cielo, un recordatorio de la contaminación y la destrucción que a menudo acompañan al progreso. A la derecha, la exuberante selva tropical representa la vitalidad y la belleza de la naturaleza. Un guerrero y un jaguar, símbolos de la conexión intrínseca entre el ser humano y el mundo natural, se mueven en perfecta armonía.
El escudo que divide la imagen simboliza la barrera que hemos creado entre nosotros y la naturaleza. Es una barrera que debemos derribar si queremos restaurar el equilibrio perdido. La figura del guardián, aunque amenazante, también lleva un escudo, lo que sugiere que incluso la industria puede tener un papel en la protección del planeta.
En última instancia, "Equilibrio roto" es una llamada a la reflexión. Nos invita a considerar el precio que estamos pagando por el progreso y a buscar formas de coexistir con la naturaleza de una manera más armoniosa. La imagen no ofrece respuestas fáciles, pero espero que inspire a los espectadores a pensar en su propia relación con el medio ambiente y a tomar medidas para protegerlo.
Dedicatoria:


Con profunda admiración y respeto, dedico esta obra a todas las almas valientes que entregaron su vida defendiendo la sagrada tierra que habitamos. Su sacrificio no será olvidado, su lucha perdura en cada árbol que florece, en cada río que fluye, en cada criatura que habita este planeta y que su memoria nos inspire a proteger con fervor la naturaleza, a ser guardianes incansables de su belleza y equilibrio. Que su legado nos recuerde que la defensa de la vida es la más noble de las causas, y que su espíritu nos guíe en la construcción de un mundo donde la armonía entre la humanidad y la naturaleza sea una realidad perdurable.

